No solo hay que serlo, hay que parecerlo.

El torero Manolete dijo, no basta con ser torero, hay que parecerlo. Por lo tanto, el día después de haber llegado a San José y habiendo dormido unas ocho horas, lo primero que hice al despertar fue llamar a Fred y convocarlo a desayunar en un famoso restaurante de Palo Alto conocido por ser el preferido de los ejecutivos de Silicon Valley para celebrar "power breakfasts."

Apenas se había sentado Fred cuando lo dije, "Lo primero que tenemos que hacer es sacar a los chicos de esa guardería que pretende ser incubadora de negocios e instalar la compañía en un edificio que nos de una dirección respetable para un start-up importante."

"Bueno," intentó contestar Fred, "hay que esperar que el dinero..."

"Ve y dile a tus inversionistas, que si no está el dinero que pague por el uso legal de nombre y otro tanto para poder iniciar la instalación de infraestructura computacional y telefónica en UNA semana, el próximo lunes tomaré el avión de regreso a casa."

"Bien," dijo Fred un poco destanteado, "pero, tú bien sabes que conseguir locales en Silicon Valley es problemático porque..."

"No te preocupes," le dije, "yo se a quién contactar."

"A quién contactar" era un tipo que conocí jugando golf en el club municipal de Mountain View. Este tipo había acumulado una fortuna comprando viejos edificios que las primeras compañías exitosas de Silicon Valley habían abandonado para irse a mejores y más amplios locales en nuevos edificios de Santa Clara o San José; rentaba esos decrépitos "espacios comerciales" por exorbitantes cantidades.

Le llamé y le invité a jugar golf.


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