Mis Gloriosos Fracasos en Silicon Valley
Se preguntará el lector, ¿por qué inicio la publicación de un blog con un posting de "Mis Gloriosos Fracasos en Silicon Valley? ¿Por qué? Porque esos "gloriosos" fracasos me dejaron enseñanzas de cómo NO proceder cuando se inicia una empresa, o bien, hasta un proyecto o trabajo. Y esas lecciones se aplican a lo que estoy viendo sucede aquí en México en cuanto a la adopción, utilización y práctica de la ciberseguridad en las empresas del país.
Pero, si pretendo describir lo que aprendí en Silicon Valley y como los fracasos de empresa allá pueden ser relevantes a lo que veo está pasando aquí, empecemos por la descripción de una empresa en la que trabajé, en Sunnyvale, California, y que a pesar de que inició con todo lo necesario para tener éxito, ¡fracasó! Y vaya que fracasó.
Al describir la corta vida de aquella empresa, de aquel "start-up" como se les llama, me exento de describir la vida de otros fracasos en los que participé porque esta es un clásico ejemplo de lo que lleva al fracaso y es un caso para los textos de las escuelas de negocios, pues lo que le sucedió a esta le sucedió a tantas otras en aquella furiosa tormenta de inversiones descabelladas que se le llamó "the Silicon Valley Bubble." Digo que este fracaso me exenta de tener que describir los otros porque de este se puede decir, cómo reza el dicho, "para muestra, basta un botón."
¿Por dónde empezar? Pues que les parece por el principio.
En 1998, una empresa de Atlanta, Georgia, me mandó un boleto de avión y una invitación para visitar la empresa pues estaban interesados en contratarme. Fui a Atlanta, aproveché para tomar una copa con mi hermano en un bar del aeropuerto, pues él vive cerca de Atlanta, y luego me fui a las oficinas de la empresa que me había invitado. Las entrevistas con los ejecutivos de la empresa fueron muy cordiales y la invitación a comer muy grata, pues conocí al dueño e inversionista mayoritario. Todo apuntaba a que ellos me harían una oferta y que yo la aceptaría.
La oferta llegó en la tarde. La firmaba el dueño y principal accionista. Era sumamente generosa, pero, dado que implicaba mucho tiempo viajando, pedí que me dieran oportunidad de discutirlo con mi familia. Aceptaron y quedé de dar mi respuesta en unos dos o tres días.
Ya en el aeropuerto, esperando se iniciara el llamado para abordar el avión, me encontré en la fila de primera clase a un conocido. Este señor había sido vicepresidente de marketing en una empresa de Silicon Valley, inversión de un grupo de Monterrey, y en la que yo había fungido como Director de Administración de Redes y Seguridad. La casualidad no solamente nos había puesto en el mismo vuelo Atlanta-Monterrey, sino que también en asientos adjuntos de primera clase.
Ya en pleno vuelo y disfrutando de un whisky, entablamos conversación. Esta se desarrolló similar a este diálogo del cual omito ciertas cosas para no violar confidencialidades:
El Conocido: Y, ¿qué andas haciendo en Atlanta?
Yo: (Sin revelar much) Pues, vine a ver a mi hermano.
El Conocido: ¿Con quién estás trabajando ahorita? Te perdí la huella cuando saliste de X-Networks.
Yo: No estoy con nadie. Estoy entre chambas, disfrutando estar en casa un rato, ver a la familia, que la tenía muy abandonada.
El Conocido: Qué bueno. Oye, fíjate que suerte que te encontré porque, ¿sabes lo que andaba haciendo en Atlanta?
Yo: No, no tengo idea. ¿Algo que tiene que ver con el Grupo, no? (Por el Grupo me refería al grupo industrial para el que los dos habíamos trabajado.)
El Conocido: No, no. Ya no trabajo para el Grupo. Ahora ando viendo posibilidades de inversiones para un grupo de inversionistas europeos. Y vine a ver a una persona que queremos contratar para una de las compañías en la que tenemos pensado invertir.
Yo: (No muy interesado) Ah, que bien.
El Conocido: Pero, ¿sabes? Es una especie de buena suerte que nos encontramos.
Yo: ¿Ah, si? ¿Por qué?
El Conocido: Porque el tipo que entrevisté en Atlanta y el que voy a entrevistar en Monterrey no creo que sean lo que andamos buscando.
Yo: (haciendo la pregunta que no debería haber hecho) Pues, ¿qué clase de tipo andas buscado?
El Conocido: (con amplia sonrisa) Un tipo como tú. ¿Quieres otro whisky?
En ese momento debería haber pedido un paracaídas y haber saltado del avión. En lugar de ello, pedí otro whisky
Como prosiguió la conversación y lo que sucedió después es tema reservado para mi siguiente posting.
Pero, si pretendo describir lo que aprendí en Silicon Valley y como los fracasos de empresa allá pueden ser relevantes a lo que veo está pasando aquí, empecemos por la descripción de una empresa en la que trabajé, en Sunnyvale, California, y que a pesar de que inició con todo lo necesario para tener éxito, ¡fracasó! Y vaya que fracasó.
Al describir la corta vida de aquella empresa, de aquel "start-up" como se les llama, me exento de describir la vida de otros fracasos en los que participé porque esta es un clásico ejemplo de lo que lleva al fracaso y es un caso para los textos de las escuelas de negocios, pues lo que le sucedió a esta le sucedió a tantas otras en aquella furiosa tormenta de inversiones descabelladas que se le llamó "the Silicon Valley Bubble." Digo que este fracaso me exenta de tener que describir los otros porque de este se puede decir, cómo reza el dicho, "para muestra, basta un botón."
¿Por dónde empezar? Pues que les parece por el principio.
En 1998, una empresa de Atlanta, Georgia, me mandó un boleto de avión y una invitación para visitar la empresa pues estaban interesados en contratarme. Fui a Atlanta, aproveché para tomar una copa con mi hermano en un bar del aeropuerto, pues él vive cerca de Atlanta, y luego me fui a las oficinas de la empresa que me había invitado. Las entrevistas con los ejecutivos de la empresa fueron muy cordiales y la invitación a comer muy grata, pues conocí al dueño e inversionista mayoritario. Todo apuntaba a que ellos me harían una oferta y que yo la aceptaría.
La oferta llegó en la tarde. La firmaba el dueño y principal accionista. Era sumamente generosa, pero, dado que implicaba mucho tiempo viajando, pedí que me dieran oportunidad de discutirlo con mi familia. Aceptaron y quedé de dar mi respuesta en unos dos o tres días.
Ya en el aeropuerto, esperando se iniciara el llamado para abordar el avión, me encontré en la fila de primera clase a un conocido. Este señor había sido vicepresidente de marketing en una empresa de Silicon Valley, inversión de un grupo de Monterrey, y en la que yo había fungido como Director de Administración de Redes y Seguridad. La casualidad no solamente nos había puesto en el mismo vuelo Atlanta-Monterrey, sino que también en asientos adjuntos de primera clase.
Ya en pleno vuelo y disfrutando de un whisky, entablamos conversación. Esta se desarrolló similar a este diálogo del cual omito ciertas cosas para no violar confidencialidades:
El Conocido: Y, ¿qué andas haciendo en Atlanta?
Yo: (Sin revelar much) Pues, vine a ver a mi hermano.
El Conocido: ¿Con quién estás trabajando ahorita? Te perdí la huella cuando saliste de X-Networks.
Yo: No estoy con nadie. Estoy entre chambas, disfrutando estar en casa un rato, ver a la familia, que la tenía muy abandonada.
El Conocido: Qué bueno. Oye, fíjate que suerte que te encontré porque, ¿sabes lo que andaba haciendo en Atlanta?
Yo: No, no tengo idea. ¿Algo que tiene que ver con el Grupo, no? (Por el Grupo me refería al grupo industrial para el que los dos habíamos trabajado.)
El Conocido: No, no. Ya no trabajo para el Grupo. Ahora ando viendo posibilidades de inversiones para un grupo de inversionistas europeos. Y vine a ver a una persona que queremos contratar para una de las compañías en la que tenemos pensado invertir.
Yo: (No muy interesado) Ah, que bien.
El Conocido: Pero, ¿sabes? Es una especie de buena suerte que nos encontramos.
Yo: ¿Ah, si? ¿Por qué?
El Conocido: Porque el tipo que entrevisté en Atlanta y el que voy a entrevistar en Monterrey no creo que sean lo que andamos buscando.
Yo: (haciendo la pregunta que no debería haber hecho) Pues, ¿qué clase de tipo andas buscado?
El Conocido: (con amplia sonrisa) Un tipo como tú. ¿Quieres otro whisky?
En ese momento debería haber pedido un paracaídas y haber saltado del avión. En lugar de ello, pedí otro whisky
Como prosiguió la conversación y lo que sucedió después es tema reservado para mi siguiente posting.
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